Es muy sano tener una autoestima alta, pero nunca tan elevada como para que nos haga perder el piso y desfigure nuestra propia imagen, lo que dificulte el sano proceso de identificar y reconocer nuestros defectos dominantes.
En una charla con un sacerdote le comentaba que me costaba trabajo confesar una y otra vez las mismas fallas y pecados. Su respuesta me sorprendió, pues me dijo: no te preocupes. La verdad es que la mayoría de las personas ni siquiera se dan cuenta de sus pecados verdaderos: sus pecados o defectos dominantes. Se confiesan de las cosas que hacen mal, pero nunca se dan cuenta de su soberbia, su egoísmo o su vanidad, que son la causa subyacente de todo lo demás.
En verdad, todos tenemos defectos dominantes que no vemos – pero que, como dice CS Lewis, son perfectamente claros y visibles para cualquier persona que convive con nosotros -. La mayoría de estos defectos dominantes son nuestros dragones de siempre; van a estar con nosotros hasta el día de nuestra muerte.
¿Significa esto que debemos dejar de luchar, o que hay que darnos por vencidos, o que, sencillamente, no importa? Al contrario. Nuestros defectos dominantes son la contrapartida natural de nuestros talentos naturales. Igual que el conocer nuestros talentos y pasiones nos permite trabajar con más ahínco y dirección, y poner lo que somos al servicio de los demás, el conocer nuestros defectos dominantes nos permite reconocer nuestro enemigo más íntimo, y ejercitarnos en los hábitos que nos permitan mantenerlos a raya a lo largo de los años.
La cultura moderna nos hace creer que podemos -si queremos- vencer cualquier obstáculo o limitación, como si todo se tratara de “echarle ganas”. Pero no es así. Hay cosas que no dependen de nosotros, y otras que nos acompañarán cada día de nuestra vida.
El objeto de la vida, pues, no es “ser perfectos” -absolutamente nadie lo es, así que ni siquiera vale la pena perder el tiempo- sino ser fieles a nuestros principios y poner todos nuestros talentos al servicio de los demás. En esta lucha y en esta entrega está la felicidad.
¿Ya sabes cuáles son tus defectos dominantes? Puedes preguntar a las personas que te quieran y tengan la confianza de decirte la verdad. Por supuesto, no es agradable darnos cuenta de que podemos tener tantos y tan graves faltas, pero como nos susurra el dintel en la entrada del Oráculo de Delfos, conocernos mejor a nosotros mismos es el inicio de la sabiduría.
Para conocer el video completo visita el siguiente link: https://youtu.be/y_Lt_bT7kxk
Comentarios
Publicar un comentario