El tiempo del corazón




                                                                       Hugo Custa 
                                                                        Agosto 2024

 

Uno de los objetivos de vida de muchas personas que conozco, -incluido el de la voz-, es el de aprender a manejar mejor nuestros tiempos, y ser capaces de instalarnos en el presente en toda su intensidad. 


Este es un tema que duele, porque basta hacer memoria para recordar la cantidad de situaciones importantes de nuestra vida, que hemos vivido con prisa y en piloto automático, sin estar plenamente presentes en lo que hacemos. Por estos recuerdos pueden desfilar: cumpleaños de los hijos, aniversarios de bodas, funerales de amigos y muchas ocasiones que -aunque no lo reconozcamos- nos arrepentimos de no haber estado plenamente presente en ellos.


Estudiando este tema me topé con un concepto que desarrolla uno de mis autores favoritos Jacques Phillipe, un reconocido Sacerdote Francés, que me cautivó por completo.  


Philippe, lo explica así de claro: “Hay dos modalidades de tiempo: el tiempo de la cabeza y el del corazón. El primero es el tiempo psicológico, cerebral; el que calculamos y repartimos en horas y días; Este es el tipo de tiempo que pasamos la vida intentando manejar y programar. Del que nunca tenemos suficiente; 


Pero existe también otro tiempo: ese que experimentamos en ciertos momentos de dicha o de gracia; es el tiempo en el que deberíamos aprender poco a poco a instalarnos de modo permanente. Este tiempo es el tiempo del corazón, y se mide de manera distinta. Está compuesto por una sucesión de instantes que se encadenan armoniosa y apaciblemente. Este tiempo fluye a un ritmo distinto, y desemboca en un permanente presente.







Nos dice Phillipe, que los momentos vividos en este tiempo son un todo en sí mismos y conllevan una plenitud que hace que no les falte nada. Están llenos- plenos-. Llenos porque hacemos lo que hemos de hacer en comunión con la voluntad divina. Llenos de nuestra presencia ante la persona con quien nos encontramos; los realizamos con calma y poniendo toda nuestra atención y nuestro corazón en aquello que realizamos. Este tiempo, insiste Phillipe, se vive en comunión con la eternidad; no lo programamos (de hecho, no podemos vivirlo a menos que procuremos desprendernos de nuestros planes); más bien, lo acogemos.”


No sé para ti, pero para mí, descubrir este concepto fue una total revolución. Una mente estructurada y rígida como la mía, que tanto ha predicado respecto a la importancia de la planeación estratégica en las empresas y la elaboración de un proyecto de vida para las personas, no podía concebir el toparme con alguien de la estatura de Philippe que viniera a decirnos que existía otro tiempo -el del corazón- que se medía de una forma totalmente diferente. Y más aún que para instalarse en él, era necesario renunciar a nuestros planes y estar dispuestos a hacer en el segundo siguiente lo contrario a lo que habíamos planeado. 


Si no hubiera sido un autor del tamaño de Philippe quien lo proponía, hubiera interpretado esta teoría como un llamado a la irresponsabilidad y la improvisación que nos llevaría a vivir a la deriva y a merced de los acontecimientos externos.


Mi interpretación personal de este tipo de tiempo es que es el que dedicamos a aquello que realmente amamos.

Porque al hacerlo, nos instalamos en otra dimensión del tiempo. En el tiempo del corazón.






Para conocer el video completo visita el siguiente: https://www.youtube.com/watch?v=uTZ3caIlyXg 

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