Capacidad de disfute

 

    
                                                                                                                              Hugo Cuesta
                                                                                                                              Agosto 2024




Muchas de las filosofías antiguas y formas de pensamiento actuales como el hedonismo, el carpe diem y el “yolo” (You only live once) destacan la importancia de experimentar al máximo los placeres de la vida y de pasarla bien. 


Aunque muchas de estas filosofías e ideologías postulan al placer y al disfrute como objetivos de vida, me llama la atención lo poco que hay escrito respecto a la capacidad de disfrute.


En “El libro de la alegría”, el Dalai Lama, toca recurrentemente el tema de la felicidad, y nos pregunta “¿Qué es eso que llamamos alegría? Esta palabra es capaz de evocar una gran cantidad de emociones. De alegría se puede llorar, reír a carcajadas o sonreír al meditar. La alegría pareciera ser una gran sábana que contiene muchas emociones. Y se asocia con sentimientos como el placer, la diversión y la gratitud.”


Me parece extraño que ni en este, ni otros libros que tratan el tema de emociones, se vincula de manera directa a la alegría con la capacidad de disfrute, cuando me parece que ambas están íntimamente ligadas. Esta fue una de las razones por las que me interesó el tema y decidí recurrir a los expertos.


En esta búsqueda me topé con uno de mis autores favoritos en estos temas: Arthur Brooks, profesor de Harvard y experto en felicidad a quien sigo desde hace tiempo. Con Arthur comparto muchos intereses y considero que, en distintos idiomas, y latitudes, peleamos batallas muy similares y nos identificamos en muchos conceptos. Brooks, a quien espero conocer pronto personalmente, nos habla del disfrute como uno de los nutrientes principales de la felicidad, y nos dice que sus estudios concluyen que los adultos no tenemos dosis suficientes de disfrute en nuestras vidas. Y aclara que lo que tenemos es placer. 




Arthur es muy enfático en aclarar que disfrute y placer son cosas diferentes. Nos explica que el placer viene del sistema límbico del cerebro. Ese que nos dice, “esto se siente bien”, y ahí tenemos un problema: La dosis de dopamina que recibimos con el placer es efímera, y solo es capaz de darnos una breve dosis de placer, pero no una sensación duradera de disfrute. La buena noticia -dice- es que podemos convertir ese placer en disfrute, añadiéndole a esa experiencia placentera dos factores: personas y recuerdos. 


Explicando estos conceptos, Brooks aclara que, a diferencia del placer, el disfrute se origina en la corteza prefrontal del cerebro. 


No pretendo entrar en detalles porque evidentemente no soy experto en el funcionamiento del cerebro, pero después de leer y releer a Brooks y Marian Rojas en estos temas, concluyo que la forma como se logra migrar del placer al disfrute, y por lo tanto de un lado a otro del cerebro, es añadiéndole al placer relaciones y generando recuerdos a los que podamos recurrir en el tiempo.  


Mi interpretación personal en este tema es que mientras no pasemos las experiencias placenteras, por el filtro del corazón, añadiéndoles una dimensión afectiva, y las compartamos con los demás, no seremos capaces de aprender a paladear el sabor de la vida.


 Y tal vez traguemos de un bocado -como lo haría un perro- los sabrosos platillos que la vida ofrece a quien aprende a disfrutarla.  





Para conocer el video completo visita el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=YwilHrnLnQM

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