Reivindicando las pasiones



Hugo Cuesta


En muchos contextos y circunstancias de la vida nos hemos topado con la palabra “pasión”. A veces la escuchamos en un tono negativo, con un sentido incluso peyorativo para hablar de instintos o fuerzas internas, que abren la puerta a algunos afectos desordenados, que sencillamente debemos evitar o controlar. 

En otras ocasiones la palabra se usa en sentido radicalmente opuesto, como sinónimo de arrojo, valentía o fuerza, como si la pasión fuera la única respuesta para lograr lo que nos proponemos, y vencer los retos de la vida. 

La realidad es que ambos acercamientos reflejan un aspecto real de las pasiones que no son ni malas ni buenas en sí mismas. Son simplemente inclinaciones naturales que existen en nosotros y que en ningún caso están por encima de la voluntad. Por lo que depende más de la propia voluntad que de la pasión misma si permitimos que estas nos arrastren a una adicción o que sean el resorte que nos impulse hacia metas nobles y audaces e incluso hacia la búsqueda de nuestra misión y el diseño de nuestro proyecto de vida.

Las pasiones nos acompañan o deberían acompañarnos toda la vida. Sin embargo, por alguna razón se nos ha inculcado la idea de que en la medida que maduramos, debemos ir olvidando nuestras pasiones y sueños y dedicarnos a cosas más serias. Dedicarnos a lo que debemos hacer, a “lo que nos toca”.

Me parece que es hora de reivindicar el valor de las pasiones. Descubrirlas, conocerlas y conjugarlas con nuestro proyecto de vida. Entender que no son solo propias de la adolescencia o juventud y que si las abandonamos, estaremos condenados a una vida insípida, incolora, sin sabor y aburrida. Se nota quien vive con pasión y a quien disfruta su trabajo y también a quien lo hace solamente por cumplir. También es fácil identificar a quien tiene pasión por el arte o por algún artista en especial, quiere saberlo todo de él.

Hablando de artistas, hay uno cuyo talento ha marcado la historia del arte. Me refiero a Leonardo da Vinci, de quien se dice, tenía un tío que le instaba constantemente a que abandonara su carrera artística (que claramente era su pasión) en favor de una carrera legal, que le parecía una opción más seria y más segura. Claramente no tengo nada en contra de la abogacía, que es mi carrera y sigue siendo un eje central en mi vida, por la que siento una gran pasión, pero también debo admitir que si Leonardo hubiera escuchado a su tío, y hubiera abandonado el arte, tal vez habríamos ganado un gran abogado, pero sin duda el mundo hubiera perdido mucho sin la creatividad, la inspiración y las aportaciones a las ciencias y las artes de Leonardo da Vinci. 

Me parece que de alguna manera, sino el mundo, sí tu mundo, va a perder mucho, si abandonas tus pasiones. No te digo que dejes tu trabajo actual y abandones de tajo el mundo del deber ser y te dediques a tu pasión de fin de semana. Pero bien podrías analizar hasta que punto coinciden tu pasión y tu ocupación y tal vez con algunos pequeños ajustes que no signifiquen un golpe total de timón, puedas alinearlas. 


 

  Imagen de Freepik                                                                                            De Drobotdean en Freepik


                                                                                 

Y ojo, las pasiones no son solo hobbies de fin de semana (que por cierto es muy sano tener, ya que si lo único que sabemos hacer es trabajar, vamos a ser unos retirados insoportables). Te invito a encontrar la forma de integrarlas a tu proyecto, a tu estrategia, no solo para destacar en lo que haces, sino para encontrar en tus actividades satisfacción y sentido. Como dijo Tim Cook, CEO de Apple: “Si haces lo que amas, no trabajarás un solo día de tu vida. Trabajarás más duro de lo que pensabas, pero las herramientas se sentirán livianas en tus manos.” Esa es la sensación de quien trabaja en lo que le apasiona. De ahí la importancia de descubrirlo. 

Todos pasamos la vida cumpliendo nuestros roles como empresarios, profesores, padres y hermanos. Pagando impuestos, entregando reportes y atendiendo clientes. Eso no tiene nada de malo, a menos que en ese proceso olvidemos que somos personas, no máquinas, que olvidemos quiénes somos, qué nos apasiona y cuáles son las cosas que realmente nos mueven.

Las pasiones son distintas para cada uno; son parte de lo que nos hace únicos y, por tanto, no podemos ni debemos ignorarlas en nuestras decisiones personales ni profesionales. Las pasiones son, en el fondo, un motor, un fuego que nos impulsa a movernos para saciar un hambre de trascendencia que todos llevamos dentro. Un hambre del alma que no se soluciona con distracciones o placeres, sino con algo mucho más grande. Ese “algo” a final de cuentas es tu misión, tu propósito; tu proyecto de vida. 

La disyuntiva es clara, trabajar hasta el agotamiento esperando el fin de semana o las vacaciones, o alinear tu pasión y tu ocupación para lograr una vida de la que no haga falta escapar. 

Tú decides.






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