Bienestar, dicha y alegría, NO SON FELICIDAD

 

 Hugo Cuesta 


Aristóteles decía que "la felicidad es el propósito de la vida, el fin de la existencia humana"; y yo no puedo sino coincidir; no conozco a nadie que diga que no quiere ser feliz.

El problema aparece cuando, tratamos de definir la felicidad, y más aún, cuando intentamos encontrarla. En la búsqueda, confundimos términos que pueden ser similares pero la definen. PLACER, DICHA, ALEGRÍA, BIENESTAR, se parecen pero no son lo mismo que la felicidad.

Un error común, es confundir felicidad con PLACER. Existe, de hecho, un filosofía completa, el hedonismo, que sostiene que nuestro fin en la vida es obtener sensaciones agradables. El placer es un mecanismo orgánico que hace disfrutables las cosas necesarias, como comer, beber o dormir, pero que al buscarlo como un fin resulta profundamente insatisfactorio. Las personas que viven para el placer reciben cada vez menos satisfacción por las mismas dosis de incentivo y pueden caer en excesos de los que es difícil escapar. 

La felicidad tampoco es BIENESTAR. Igual que el placer, el bienestar bueno y deseable, es un estado de salud físico, propio de un animal sano, en donde lo  físico y lo mental, realizan sus funciones de manera adecuada. La búsqueda del bienestar es válida, pero insuficiente.¡El hombre es mucho más que un montón de órganos!

Una idea que se acerca un poco más a la felicidad es la DICHA: un estado temporal de alegría intensa y satisfacción. Es un destello de felicidad que puede surgir de experiencias positivas, logros personales o momentos especiales. Albert Einstein, el célebre físico, describió la dicha como "una mesa cubierta de manjares y rodeada de amigos". Suena atractivo ¿no?




Aunque la dicha es parte de la compleja ecuación de la felicidad, y puede brindarnos momentos memorables, es pasajera y depende de circunstancias externas.

La ALEGRÍA por su parte es un estado emocional más duradero que la dicha. Surge de la conexión con nuestras pasiones, relaciones personales y un sentido de propósito en la vida. Sin embargo, como cualquier otra emoción, es también efímera. Se esfuma pronto, tan pronto cambien las condiciones externas. Se compone de momentos en que nos asomamos a la verdadera felicidad y la compartimos con otros.

La FELICIDAD, en cambio, tiene mil definiciones. Me quedo con la de que es un estado del alma que abarca las 3 dimensiones del hombre; mente, cuerpo y espíritu. Es más permanente, y no depende de las circunstancias, sino de una postura interna ante la vida . La felicidad es una consecuencia, la de haber  encontrado nuestro propósito y misión en la vida. Al haber dado respuesta al  ¿para qué estoy aquí?. No se puede ser feliz sin haber descubierto nuestra Misión, me decía convencida la famosa psiquiatra española Marian Rojas en alguna de las entrañables conversaciones que tuvimos cuando escribió el prólogo de mi último libro.

Y no te quiero complicar más la vida, pero cuando pensamos que ya habíamos resuelto la ecuación, añado un nuevo componente.  Existe la felicidad terrenal, que es a la que aspiramos aquí y que es temporal y está condicionada a nuestras limitaciones humanas,  pero en última instancia, a lo que – me parece- verdaderamente hay que aspirar, es a la felicidad eterna, la del más allá, que es lo que yo llamaría la felicidad absoluta, que dura para siempre y es el premio a una vida bien vivida. Intensa, plena y trascendente. Y la buena noticia es que la felicidad de aquí y la de allá, no solo son compatibles, sino complementarias.




Para conocer el video completo visita el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=bATZhgNJtKk






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